Son raros los países en los que sea tan complicado poder sacar una bandera a la calle como lo era en España. Y digo era porque creo que poco a poco lo va siendo menos, salvo en esas dos esquinitas donde los fascismos camuflados tratan de imponer su voluntad.
La apropiación de los símbolos anteriores a la II República por parte del régimen nacional-católico de Franco y sus secuaces y su imposición exclusiva, así como toda esa parafernalia mitológico-imperial que les rodeó, les revistieron de una costra difícil de resquebrajar. La vigente Constitución les ha dotado de carácter legal y democrático y es cuestión de tiempo, supongo, que la situación se normalice.
Porque, como dice el título de esta entrada, la bandera de España no simboliza ni sangres ni oros. Como muchos de vosotros sabéis, fue el rey Carlos III, el que, conociendo el problema (que ya venía de lejos) de nuestros marinos para distinguir los barcos propios de los ajenos, sobre todo en el Mediterráneo, donde los Borbones reinaban en varios territorios, y cuyas banderas eran todas blancas con un blasón que a veces difería de los demás en detalles mínimos, decidió convocar un concurso para dotar de una bandera de alta visibilidad a nuestra flota.
El rey, que para eso era rey e ilustrado, decidió modificar el modelo ganador (el ancho de las tres bandas era igual en el original) y dobló el de la central, quedando así:
Esta bandera pasó de ser la de guerra de los buques de la Armada a izarse en dependencias y acuartelamientos de la misma y años más tarde acabó siendo bandera nacional. Pasó por sucesivas adaptaciones en el escudo, se añadieron más cuarteles y escusones -Borbón, Napoleón, Saboya-, incluso se quitó la corona durante la I República, aunque se mantuvieron los colores, aparecieron columnas, águilas... hasta la republicana es una variación de ésta.
Resumiendo, que digo yo que dos o tres jornadas históricas en lo deportivo, vividas y celebradas tan intensamente como la del día de San Pedro de 2008 harán más para que nos parezcamos a nuestros vecinos (mejorándoles con el uso de enseñas regionales y locales, riqueza nada desdeñable) que veinte años de discursos políticos, la mayoría de las veces sesgados o directamente más falsos que un euro de plastilina. Qué queréis que os diga, en ese aspecto los canadienses, suecos, franceses, austriacos, etc. me dan algo de envidia.
Por cierto, ¿y Raúl? ¿Y el gol que valió un campeonato quién lo metió? Ah, ese delantero tan malo, sí, sí, el goleador del Liverpool, ya, sí, ese que no... los hipócritas hoy le harán un pedestal, como al Sabio, cuando ya debían tenerlo hace tiempo (entre los reyes godos de la Plaza de Oriente, por ejemplo).
Los aficionados a la vexilología encontrarán una mina aquí.
lunes, junio 30, 2008
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Eso!, ¿quien tiene huevos hoy de reprochar al SABIO que no lleve al verdadero artífice de los más sonados últimos fracasos de la selección con su caciquismo trasnochado y su ultrismo desmedido? si, el raul ese, ¿eh? ¿quien tiene los huevos?
ResponderEliminarCurioso, DEJAR DE CONVOCAR A RAUL Y GANAR FUE TODO UNO.
Fdo. Uno que está hasta los huevos de la celebración. VALE YA!!
¡¡¿eh que si??!!
ResponderEliminarPues no sabía yo todas estas cosas que nos has contado, por cierto raúl no jugó por que me invitó a cenar
ResponderEliminar:)
besitos
lágrimas de mar
ten cuidado con esas compañias....
ResponderEliminarYo no tengo ninguna bandera, ni insignia, ni símbolo, ¡ni ná! de mi país y nunca pensé que fuera necesario, hasta que empecé a vivir fuera de él y comprobé que hasta el habitante más insignificante del planeta más diminuto se siente orguloso y osteta con naturalidad su bandera. Y entonces deseé tener una para poder celebrar como dios manda, pero... He ahí los efectos ocultos de la educación recibida y los tontos complejos sociales que nos contagiamos unos a otros sin darnos cuenta... :-(
ResponderEliminarEstoy 100% de acuerdo con el último párrafo y añado que a Raúl le pasa lo que a Beckham o a Fran del Dépor: están sobrevalorados, pero los resultados brillan por su ausencia... Posseso ;-)