Cinco mil quinientos ochenta y seis kilómetros y medio (exactos) y treinta y cinco días después, Odiseo Hurtado Itáquez volvió a su casa...
Aquí iba una entrada mucho más larga con la que pretendía más desahogarme que contar el viaje de vuelta (los interesados pueden probar a pedir el relato).
Que os baste saber que un trayecto repetido mil veces y que jamás duró más de dieciocho horas, esta vez se prolongó durante veintitrés y me hizo renunciar a la guinda de las vacaciones, un café con una giputxi amiga.
Aunque más descansado, sigo más quemado que el palo de un churrero. El coche no es moderno. Es un atraso. Olvidadle, no os sometais. Estrellaos en un avión, descarrilad en un ave (porque el tren ya no existe), hundíos en un ferry (porque los barcos ya no...), pero renunciad a pasar vuestro tiempo metidos en una caja de Faraday con ruedas, rodeado por todas partes de otras cajitas iguales, llenas de gente como tú y más feos, soltando humos y ruidos. Dejad de exponer vuestras vidas a mil azares y no perdais el tiempo, vuestro tiempo, lo único verdaderamente vuestro en atascos eternos.
viernes, agosto 29, 2008
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gracias cariño mío por la referencia al café. Eso sí, lo de giputxi te lo perdono por tu odisea que si no...
ResponderEliminarabrazos varios, me alegra vuestra feliz vuelta.
Mi pobre chiquitín... No tan chiquitín...
ResponderEliminarYo también, con tan solo 10 años he vivido muchos viajes de otros muchos kilómetros, yo solo digo, hay que acostrumbrarse y de todas maneras es mejor esperar que morir porque, el tiempo es oro pero se nos puede acabar.
Kiss