Dicho esto, los tres días pasados visitando la Expo Zaragoza 2008 han dado para sacar varias conclusiones. La más lamentable de todas es que España sigue siendo un país "cortijero". Me explico: sólo en el pabellón de España vimos el lamentable espectáculo de la reserva de las dos mejores filas de asientos en una sala de proyección "para el protocolo". Las dos filas de arriba, desde las que menos había que torcer el cuello para ver la película de la cúpula estaban desocupadas y un azafato te impedía acceder a ellas. Cándido yo, al final del corto pregunté por qué no habíamos podido sentarnos allí. Me contestaron que estaban reservadas por si en cualquier momento aparecían invitados VIP o de protocolo. Nos marchamos de allí un poco indignados después de una corta discusión. Por mi trabajo, he tenido que tratar con ese tipo de "invitados ilustres" (y alguna vez formar parte de una de esas delegaciones) y eso no es así. Ese tipo de personas se mueven con agendas ajustadas al milímetro y no se deja lugar alguno a los imprevistos. La verdadera explicación era mucho más cutre: esos asientos debían estar reservados para el cuñado, el vecino o el primo del vice-sub-semi-secretario de turno. Triste.
El resto de la Expo no me defraudó, me lo esperaba peor. Sólo algunos pabellones tenían colas excesivas (con perdón) pero lo que mostraban dentro merecía la pena. Ejemplos: Alemania, Holanda y Japón. Impresionante el audiovisual del pabellón de Aragón, aunque el efecto conseguido con la exposición de fotos de la entrada lo que transmitía era... más calor. El de España no mereció la pena esa espera al achicharrante sol aragonés. Ni el de Kuwait, tanta fila para luego ver cómo se divierten y a qué centros comerciales van los ricachones del pueblo.
Durante el segundo día de estancia en la Expo, alguien se encaprichó de la antena de mi coche y se la llevó, estando en el parking. Hale, reclamación al canto. Mira que tengo costumbre de quitar la antena en cuanto llego a Madrid (uno es de Carabanchel y ha visto tanto...). Pues capullos hay por todas partes.
La gente muy amable, atenta y servicial. Si no nos ofrecieron mil veces una silla de ruedas para llevar a la abuela, no fue ninguna. Aquello fue otro tema. La buena señora debía tener alguna idea rara en la cabeza (la única) y alteró la causa y el efecto: seguro que pensaba que no es que los minusválidos fueran en silla de ruedas, sino que el sentarse en una de ellas te convertía automáticamente en minusválido, así que no la usó. Peor para ella y para sus acompañantes, o sea, nosotros.
Aun así, la conclusión principal, la que impregnó todo durante la visita fue la de chapuza, la de improvisación, la de que se pudo hacer mejor preguntando al que sabía. Lo típico. Y la de que estas cosas en La Coruña, Donosti o Gijón se disfrutan mucho más.
Lamentablemente no tuve tiempo para saludar a maños y mañas con los que había cyberquedado. Otra vez será.
Y ahora alguna fotillo:
Más agua y al fondo la virgen del pilar diciendo que no quiere ser francesa, etc.
Hay muchas más, pero no estoy preparado para asumir las consecuencias de su publicación.
Me alegra que te hayan tratado bien en mi tierra, una pena que no pudieras quedar, me hubiera encantado darte un achuchon ;)
ResponderEliminarBesicos
Viejales mío, me encantan las afoticos que has hecho a pesar de la barandilla, del niño y de la abuela.
ResponderEliminarun abrazo
Besitos y cariños para las vacaciones
ResponderEliminar:)
Lágrimas de mar