En su ya lejana juventud, los viejos del palco eran aficionados al modelismo (estático y militar para ser exactos). Una cosa lleva a la otra, y... +/- Leer más
el modelismo les llevó a la revista "Military Modelling". Un día, motivados por sus aficiones y alentados por una moderada consumición de cerveza, publicaron un anuncio en dicha revista pidiendo gorras militares de cualquier parte del mundo. Durante unos años cambiaron prendas de cabeza (así se les llama a lo fino) con gente del Reino Unido, Polonia, Nueva Zelanda, Australia y otros exóticos parajes. Si bien sus achaques no les permiten continuar con figuras y maquetas con el ritmo y dedicación que a ellos les gustaría, todavía, de vez en cuando, despliegan sus archiperres bajo la luz del flexo y se ejercitan en tan noble afición. Lo que sí que han conservado y mantendrán hasta el último de sus días es esa persistente manía de pedir a todo el que conocen (o no) que les traiga una gorra militar de su destino de vacaciones, trastero a vaciar o casa de sus abuelos a derribar. En este blog se recogerán pensamientos repentinos, ideas (las más de las veces descabelladas), vivencias publicables y se compartirán con la audiencia las adquisiciones gorrísticas (o de gorra) acumuladas a lo largo de tantos y tantos años. Y por qué no, alguna que otra figura recién pintadita, antes de que el polvo cubra sus detalles.

miércoles, agosto 13, 2008

crónica exposiana

Llegará un día en el que las autoridades españolas presentarán como candidata a la organización de una Exposición Internacional (o Universal o Galáctica) a una ciudad donde no haga tanto calor. Este inmenso salto filosófico costará tiempo y cambios en la estructura del pensamiento de los gobernantes. Entre otras cosas, tendrán que dejar de capitalizar el calor como un bien turístico y de identificar el buen tiempo con temperaturas superiores a los 30 grados.

Dicho esto, los tres días pasados visitando la Expo Zaragoza 2008 han dado para sacar varias conclusiones. La más lamentable de todas es que España sigue siendo un país "cortijero". Me explico: sólo en el pabellón de España vimos el lamentable espectáculo de la reserva de las dos mejores filas de asientos en una sala de proyección "para el protocolo". Las dos filas de arriba, desde las que menos había que torcer el cuello para ver la película de la cúpula estaban desocupadas y un azafato te impedía acceder a ellas. Cándido yo, al final del corto pregunté por qué no habíamos podido sentarnos allí. Me contestaron que estaban reservadas por si en cualquier momento aparecían invitados VIP o de protocolo. Nos marchamos de allí un poco indignados después de una corta discusión. Por mi trabajo, he tenido que tratar con ese tipo de "invitados ilustres" (y alguna vez formar parte de una de esas delegaciones) y eso no es así. Ese tipo de personas se mueven con agendas ajustadas al milímetro y no se deja lugar alguno a los imprevistos. La verdadera explicación era mucho más cutre: esos asientos debían estar reservados para el cuñado, el vecino o el primo del vice-sub-semi-secretario de turno. Triste.

El resto de la Expo no me defraudó, me lo esperaba peor. Sólo algunos pabellones tenían colas excesivas (con perdón) pero lo que mostraban dentro merecía la pena. Ejemplos: Alemania, Holanda y Japón. Impresionante el audiovisual del pabellón de Aragón, aunque el efecto conseguido con la exposición de fotos de la entrada lo que transmitía era... más calor. El de España no mereció la pena esa espera al achicharrante sol aragonés. Ni el de Kuwait, tanta fila para luego ver cómo se divierten y a qué centros comerciales van los ricachones del pueblo.

Durante el segundo día de estancia en la Expo, alguien se encaprichó de la antena de mi coche y se la llevó, estando en el parking. Hale, reclamación al canto. Mira que tengo costumbre de quitar la antena en cuanto llego a Madrid (uno es de Carabanchel y ha visto tanto...). Pues capullos hay por todas partes.

La gente muy amable, atenta y servicial. Si no nos ofrecieron mil veces una silla de ruedas para llevar a la abuela, no fue ninguna. Aquello fue otro tema. La buena señora debía tener alguna idea rara en la cabeza (la única) y alteró la causa y el efecto: seguro que pensaba que no es que los minusválidos fueran en silla de ruedas, sino que el sentarse en una de ellas te convertía automáticamente en minusválido, así que no la usó. Peor para ella y para sus acompañantes, o sea, nosotros.

Aun así, la conclusión principal, la que impregnó todo durante la visita fue la de chapuza, la de improvisación, la de que se pudo hacer mejor preguntando al que sabía. Lo típico. Y la de que estas cosas en La Coruña, Donosti o Gijón se disfrutan mucho más.

Lamentablemente no tuve tiempo para saludar a maños y mañas con los que había cyberquedado. Otra vez será.

Y ahora alguna fotillo:

Con permiso de la de Japón, la bandera de la Expo también tiene un puntazo.

Paroxismo decorativo de un aficionado al arte tipográfico (o algo).

Interior refrescante del pabellón gabachois.

Los que me conocen saben de mi afición a las fotografías de exposición larga. Ésta fue obtenida a la tercera, tras cagarme en el padre del niño que agitaba compulsivamente y sin motivo aparente alguno la barandilla que utilizaba como trípode improvisado.


Más agua y al fondo la virgen del pilar diciendo que no quiere ser francesa, etc.

Hay muchas más, pero no estoy preparado para asumir las consecuencias de su publicación.

3 comentarios:

  1. Me alegra que te hayan tratado bien en mi tierra, una pena que no pudieras quedar, me hubiera encantado darte un achuchon ;)

    Besicos

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  2. Viejales mío, me encantan las afoticos que has hecho a pesar de la barandilla, del niño y de la abuela.
    un abrazo

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  3. Besitos y cariños para las vacaciones

    :)

    Lágrimas de mar

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