En su ya lejana juventud, los viejos del palco eran aficionados al modelismo (estático y militar para ser exactos). Una cosa lleva a la otra, y... +/- Leer más
el modelismo les llevó a la revista "Military Modelling". Un día, motivados por sus aficiones y alentados por una moderada consumición de cerveza, publicaron un anuncio en dicha revista pidiendo gorras militares de cualquier parte del mundo. Durante unos años cambiaron prendas de cabeza (así se les llama a lo fino) con gente del Reino Unido, Polonia, Nueva Zelanda, Australia y otros exóticos parajes. Si bien sus achaques no les permiten continuar con figuras y maquetas con el ritmo y dedicación que a ellos les gustaría, todavía, de vez en cuando, despliegan sus archiperres bajo la luz del flexo y se ejercitan en tan noble afición. Lo que sí que han conservado y mantendrán hasta el último de sus días es esa persistente manía de pedir a todo el que conocen (o no) que les traiga una gorra militar de su destino de vacaciones, trastero a vaciar o casa de sus abuelos a derribar. En este blog se recogerán pensamientos repentinos, ideas (las más de las veces descabelladas), vivencias publicables y se compartirán con la audiencia las adquisiciones gorrísticas (o de gorra) acumuladas a lo largo de tantos y tantos años. Y por qué no, alguna que otra figura recién pintadita, antes de que el polvo cubra sus detalles.

lunes, noviembre 30, 2009

Crónicas "angolanas" II

Contrastes.

El cine Restauraçao de los portugueses, un enorme edificio con tres salas de exhibición, anchos pasillos y espaciosos salones, junto con otros edificios aledaños, se ha convertido en la Asamblea Nacional, ni más ni menos. Doctores tiene la Iglesia, (que decía el otro), que sabrán interpretar ese cambio, puede que lógica evolución, puede que no. Yo simplemente doy el dato.

Desconozco los controles de acceso al edificio en su gloriosa época cinematográfica, pero sé positivamente que hoy día, a pesar de los alrededor de treinta grados de temperatura y la humedad del noventa y ocho por ciento, ahí no se entra ni en bermudas los hombres, ni con los brazos al descubierto las mujeres.

La Asamblea va tomando forma, y entre preparativos y reuniones, nos da tiempo todavía para alguna que otra excursión. Una de ellas tuvo lugar el viernes tarde (tras cuarenta y cinco minutos de suspense debido a las fuertes lluvias que cayeron entre diez de la mañana y dos de la tarde) al Museo Nacional de la Esclavitud. Seguramente no es más que un ambicioso proyecto todavía. Su sede, a unos quince kilómetros al sur de Luanda es la antigua hacienda de un tratante de esclavos portugués (aunque en su blasón aparecen motivos heráldicos propios de Castilla y Aragón). Del museo sólo cabe destacar la amabilidad del personal que lo muestra, lo pulcro de las paupérrimas instalaciones y que la pieza principal de la antigua casa del esclavista era la capilla, porque, querida parroquia, los esclavos eran sistemáticamente bautizados antes de su travesía, seguramente por si les ocurría algo durante el viaje, que no fueran los pobres, encima, al infierno. Recordar también que la capilla es muy pequeña, y puede acoger a muy poca gente. ¿Cómo es posible si se trata de bautizar a esclavos en masa? El personal del museo nos contesta que, sencillamente, los esclavos no eran gente, y no entraban a la capilla, esperaban fuera.

Lo sobrecogedor de la excursión, sin embargo, es el viaje hasta salir de Luanda, atravesando calles permanentemente atascadas, donde una escolta policial que intenta abrir camino no lo consigue si no es bajándose de sus motos y convenciendo al personal "a mano". A duras penas avanzamos con el autocar, ante las miradas indignadas de otros sufridores del atasco que nos ven como a privilegiados con más derecho que ellos a avanzar por atestadas avenidas al principio, carreteras con deficiente (o inexistente en según qué tramos) asfaltado después.

Los que bloquean las calles son los miles y miles (sin exagerar) de enormes coches todoterreno, muchos de ocho cilindros, de modelos tan modernos y potentes que ni los más puestos en el tema conocen en Europa, puede que porque estén prohibidos por la contaminación que producen. La gasolina aquí cuesta unos cuarenta kwanza el litro, y el gasoil sobre treinta. Si un euro son ciento treinta kwanzas, haced vosotros el cálculo que a mi me da risa. Y después de haber llenado el primer, el segundo y parte del tercer mundo de coches, ahora venid a convencer a estos países emergentes que no los tengan, a ver cómo os reciben, sobre todo en el caso de Luanda, donde lo visto en cuanto al transporte público es claramente insuficiente.

Este tráfico que rueda al paso es aprovechado por vendedores de todos los productos que imaginar podáis, y que os contaré en otra entrada a parte.

Desde la ventanilla vemos casas muy precarias y casi fortificadas, con barrotes, alambre de espino, muros de bloques de hormigón sin enlucir y rodeadas de mierda por todas partes excepto por una llamada istmo (porque en los techos también había de todo). A algunas de estas chabolas se les pinta de brillantes colores, se les pone un letrero y se convierten en comercios, sobre todo en salões de beleza. Al menos, estar guapos.

Allá donde los edificios son un poco más consistentes, hacia el centro de la ciudad, donde hasta rascacielos van surgiendo, aparecen otro tipo de comercios y bancos, todos ellos vigilados por guardias, algunas veces armados, todos uniformados con boinas y botas militares, y en el caso de los bancos, uno de cada pareja con un kalashnikov. Por las noches se les puede ver sentados en sillas de plástico dormitando delante de los escaparates. Chocante escena la de bajar una cuesta y ver la acera (o lo que queda de ella en algunas calles) y ver a esos tipos allí cada pocos metros.

Pero lo más asombroso ocurre en las afueras. De repente, en mitad de una extensión de chabolas, te encuentras lo que aquí llaman un "condominio", una urbanización de casas enormes, de lujo, con vigilantes y barreras en el acceso y altos muros coronados de alambre de espino alrededor. Supongo que a los inquilinos estas medidas les darán una relativa seguridad, pero no hay barrera que les aísle de la miseria que atraviesan para llegar a sus casas, del olor de la basura, de los mosquitos y de las ratas que pueblan la zona.

3 comentarios:

  1. Sinceramente tiene que ser algo horrible ver la mezcla de riqueza y probeza tan unidas, dándose la mano.
    Me resulta hasta provocador que se situen casas de lujo al lado de chabolas llenas de suciedad, hambre y enfermedades.
    Besos :* :*

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  2. Las más de las veces no es riqueza y pobreza unidas, sino pobreza y el resto, incluyendo este resto desde los que sobreviven con un paupérrimo jornal a los mas ricos del mundo mundial. De hecho en ese tipo de países los pobres no distinguen entre el que sobrevive con el jornal paupérrimo y el súper-rico. Por otro lado esos chales súper lujosos con guardias y tal, serán un pelin mas que la clase media, el súper rico tiene tanto terreno alrededor que ni siquiera le ves el palacio.

    Yo no es por, pero sigo diciendo que esto ilustrado...

    Yo no es por, pero sigo diciendo que esto ilustrado...

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  3. Ay, mi madriña.

    Este país tiene de todo y más, y de todo y menos.

    Que cueste la gasofa lo que aquí un chupa chups, en plan país de ricos, con cochazos enormes pero rodeados de miseria.... ay señor.

    Caciquismo a lo bestia.

    Me encanta como lo cuentas. No sabía que se te daba tan bien, nunca te había leído textos larguitos.

    Un besazo meu velho.

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